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Perspectiva

El desenfreno israelí, apoyado por EE.UU., amenaza con hacer estallar una guerra regional en Oriente Próximo

Cuando el genocidio israelí en Gaza llega a su décimo mes, el régimen de Netanyahu y sus patrocinadores y suministradores de armas en Estados Unidos están empujando a Oriente Próximo al precipicio de una guerra regional.

En una provocación que al mismo tiempo fue deliberada y extremadamente temeraria, Israel asesinó a Ismail Haniyeh, el líder del brazo político de Hamás, en la capital iraní la mañana del miércoles.

El líder de Hamás, Ismail Haniyeh se pronuncia durante una rueda de prensa después de reunirse con el canciller iraní Hossein Amirabdollahian, Teherán, Irán, 26 de marzo de 2024 [AP Photo/Vahid Salemi]

Haniyeh, que estaba en Teherán para asistir a la toma de posesión del nuevo presidente iraní, murió junto con su guardaespaldas cuando un misil guiado, que según las autoridades iraníes fue lanzado desde fuera del país, dio en el edificio donde se alojaba.

Apenas unas horas antes de este descarado acto de criminalidad, los drones israelíes demolieron un edificio de cinco pisos en una zona densamente poblada de Beirut, Líbano. Descrito por el Gobierno israelí como un ataque “guiado”, los drones mataron a cinco e hirieron a decenas de otros residentes del bloque de apartamentos. Los cinco fallecidos incluyen a Fuad Shukr, quien presuntamente es la mano derecha del líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, y dos niños de 10 y 6 años.

Haniyeh, nacido en Gaza y de 62 años, era el principal negociador de Hamás en las prolongadas negociaciones de paz sobre la guerra en Gaza.

“¿Cómo puede tener éxito la mediación cuando una de las partes asesina al negociador de la otra parte?” preguntó el primer ministro de Qatar, el jeque Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, quien ha sido anfitrión de las negociaciones de paz, en una publicación en X.

La realidad es que las negociaciones han sido una farsa orquestada por el Gobierno de Biden-Harris. Israel, con el pleno apoyo de Estados Unidos, Canadá y las potencias imperialistas europeas, los ha utilizado como cortina de humo para su “solución final” de la cuestión palestina, que consiste en asesinatos en masa, limpieza étnica y la destrucción de la infraestructura civil.

La ejecución sumaria de Haniyeh fue un crimen de guerra. El hecho de que se llevara a cabo en suelo iraní y en medio de las ceremonias para la asunción del nuevo presidente, Masoud Pezeshkian, añade una dimensión explosiva adicional de criminalidad y provocación.

El ataque israelí tenía como objetivo humillar a Irán, desestabilizar su conducción, socavar la confianza en sus fuerzas de seguridad y, por último, pero no menos importante, obligarlo a tomar represalias, lo que proporcionaría a Israel un pretexto para una agresión aún mayor. Apenas unas horas antes de su muerte, Haniyeh se había reunido con el líder supremo de Irán, el ayatolá Jamenei.

Para el Gobierno israelí, que está llevando a cabo un genocidio y es responsable, según The Lancet, una de las principales revistas médicas del mundo, de al menos 186.000 muertes en la guerra en Gaza, realmente no hay límites. Aun así, la ejecución de Haniyeh, quien durante los últimos siete años había encabezado el Politburó de Hamás y antes de eso dirigió la administración civil en Gaza, representa un nuevo nivel de ilegalidad y brutalidad en las relaciones internacionales. A modo de comparación, el asesinato de Israel con misiles del jefe del ala política de Hamás sería similar a que Rusia usara un avión no tripulado para matar al presidente ucraniano Zelenski durante una visita en Washington o Berlín.

En las capitales imperialistas, esto no es motivo de vergüenza. Su respuesta universal a los ataques israelíes en Teherán y Beirut ha sido amenazar a Irán y Hezbolá y reafirmar su compromiso inquebrantable con la “autodefensa” de Israel.

En un patrón ya familiar después de cada escalada israelí, ha habido una serie de declaraciones de Washington, Londres, Berlín y París que culpan a Irán y sus aliados por la creciente amenaza de una guerra más amplia y exigen que se rindan. “Los ataques de Hezbolá contra Israel deben cesar”, exclamó la ministra de Relaciones Exteriores alemana, Annalena Baerbock. “Es importante evitar una conflagración regional”.

El embajador adjunto de Estados Unidos ante la ONU, Robert Wood, en una sesión de emergencia del Consejo de Seguridad el miércoles por la tarde, declaró: “Pedimos al Consejo de Seguridad que envíe un mensaje inequívoco a Hezbolá al apoyar a Israel mientras se defiende contra los repetidos ataques de Hezbolá”.

Continuando en la misma línea, Wood exigió que el Consejo de Seguridad tome medidas, incluyendo posiblemente nuevas sanciones, para “obligar a Irán a rendir cuentas y enfrentar las repetidas acciones de las fuerzas terroristas que patrocina”.

Más temprano el miércoles, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, afirmó que su Gobierno “no tenía conocimiento ni estuvo involucrado” en el asesinato israelí de Haniyeh en Teherán. Incluso si uno aceptara que Tel Aviv no compartió los detalles operativos, las manos de Washington están manchadas con la sangre de este crimen.

Blinken, el secretario de Defensa, Lloyd Austin, y otros funcionarios de la Casa Blanca han estado instando públicamente a Israel a hacer un mayor uso de los asesinatos “selectivos” contra Hamás y sus aliados. Además, incluso en medio de las llamadas “negociaciones de paz”, Washington ha estado presionando a Qatar para que expulse a los líderes de Hamás en el exilio.

El primer ministro israelí, Netanyahu, hizo una declaración ominosa para avisar a la población de una expansión de la guerra. “Ciudadanos de Israel”, declaró, “se avecinan días difíciles. Desde el ataque en Beirut, hay amenazas que suenan desde todas las direcciones. Estamos preparados para cualquier escenario [y] cobraremos un alto precio por cualquier agresión”.

Desde la visita de Netanyahu a Washington la semana pasada, que incluyó reuniones con el presidente Biden y la vicepresidenta Kamala Harris, la presunta candidata presidencial del Partido Demócrata, Israel se ha desmandado. Además de los ataques contra Beirut y Teherán, Israel ha llevado a cabo ataques en el sur de Líbano, Siria e Irak. El 20 de julio, atacó el puerto yemení de Hodeida, que está bajo el control de la insurgencia hutí.

El momento de la escalada de la guerra por parte de Israel deja claro que la expansión del genocidio de Gaza en un importante conflicto regional fue aprobada por Washington durante la visita de Netanyahu. En el evento público clave de su viaje, su discurso del 24 de julio ante una sesión conjunta del Congreso, el primer ministro israelí centró gran parte de sus comentarios en las denuncias belicosas de Irán.

Dando la vuelta a la realidad, pintó a Teherán como el agresor, tal como afirmó grotescamente que casi no ha habido víctimas civiles en Gaza. Entre estruendosos aplausos, Netanyahu declaró que, al combatir a Irán y sus aliados, Israel estaba librando la lucha de Estados Unidos y que Israel merecía el apoyo incondicional de Washington en el uso de métodos genocidas y en la destrucción del derecho internacional. “Si las manos de Israel están atadas”, declaró, “Estados Unidos es el siguiente”.

No se puede decir con certeza cómo evolucionará exactamente la guerra en los próximos días y semanas. Lo que es indiscutible es que la crisis del régimen israelí y sus patrocinadores imperialistas, sobre todo Washington, y la lógica de la guerra que han iniciado –los objetivos depredadores que persiguen y la escalada de violencia e imprudencia con la que buscan realizarlos— conducen inexorablemente a una guerra regional de todo Oriente Próximo, con Estados Unidos uniéndose al asalto contra Irán y sus aliados.

Tal guerra podría absorber rápidamente a una gran cantidad de potencias regionales y más allá y amenazar con desencadenar una conflagración global. Lo que está en juego es el futuro de la región, que es la que más petróleo exporta en el mundo y que, debido a su ubicación entre Europa, Asia y África, tiene una enorme importancia geoestratégica.

Las potencias imperialistas, lideradas por los Estados Unidos, han respaldado el genocidio israelí hasta la empuñadora porque ven la guerra en Gaza como un primer paso para realizar sus planes de establecer su dominio imperialista pleno en Oriente Próximo. Además, como lo han dejado claro Biden y Blinken, la guerra que están llevando a cabo junto con Israel es solo un frente en una guerra global en desarrollo. El control sobre Oriente Próximo se considera fundamental para subyugar a Rusia, con la que las potencias de Estados Unidos y la OTAN ya están en guerra, y prevalecer en lo que es una ofensiva militar-estratégica y económica general contra China.

Al igual que a finales de la década de 1930, varios conflictos regionales se están fusionando inexorablemente en una nueva guerra mundial imperialista. Para evitar tal catástrofe, y debe evitarse, la clase obrera mundial debe movilizarse como una fuerza política independiente, unida en la lucha contra la guerra imperialista y su causa: el sistema capitalista.

Durante la sesión conjunta del 24 de julio que recibió a Netanyahu, la manifestación del Partido Socialista por la Igualdad frente al Congreso estadounidense presentó las bases programáticas para tal lucha, uniendo la oposición a la guerra, las degradaciones del capitalismo y la defensa de los derechos democráticos con la lucha por la igualdad social y el poder obrero.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 1 de agosto de 2024)

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